Nuestros hábitos, costumbres, formas de vida etc. tiene efectos importantes en nuestra biología. Es fácil entender cómo nuestros hábitos alimenticios o como los sistemas de producción que usamos (de si trabajamos demasiadas horas, si no disfrutamos de ocio y por tanto estamos estresados) tienen un impacto o efecto importante sobre nuestro cuerpo.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de la aversión de los chinos por la leche. Este es un hábito cultural que ha tenido una repercusión sobre la configuración genética de los chinos y otros pueblos asiáticos.
Para entender esta aversión hacia la leche y su implicación genética, hay que empezar diciendo que la leche es un alimento diseñado por la naturaleza para que los mamíferos alimenten a sus crías durante un período determinado de lactancia., fuera de este período, cuando las crías ya han sido destetadas, la leche deja de ser un alimento que se considere importante o deseable para el crecimiento. Esto lo podemos comprobar en cualquier mamífero, como por ejemplo el perro. Si por ejemplo pruebas a dar leche reiteradamente a tu perro adulto, verás como lo más probable es que sufra de diarrea u otros trastornos estomacales. Esto es debido a que el organismo del perro ha dejado de producir la enzima necesaria para tolerar la leche.
El ser humano y concretamente algunas culturas como la anglosajona o germánica con fuerte tradición ganadera han consagrado la lactomanía como una tradición cultural (es fácil comprobar a través de la televisión o el cine la afición de ciertas sociedades como la norteamericana por el consumo masivo de productos lácteos). Esta tradición cultural fuertemente arraigada en sociedades ganaderas como la norteamericana o inglesa ha tenido como efecto el prolongar la producción de la lactasa más allá del periodo infantil de lactancia.
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