sábado, 30 de abril de 2011

Un paseo por la Subbética Cordobesa


( Izqda: Carcabuey)

(Abajo derecha: Fuente del Rey)





Paul Bawles en su novela el cielo protector establecía una clara distinción entre el viajero y el turista. El turista es aquél que tiene siempre un billete de regreso. El viajero por contra, siempre va con su maleta a cuestas en busca de aventuras. No sabe dónde va a comer, en qué lugar pasará la noche y por supuesto no tiene billete de vuelta.
A muchos nos gustaría ser viajeros, pero lamentablemente la sociedad en la que nos desenvolvemos, alienante y castradora sólo nos permite de vez en cuando aspirar a ser unos meros turistas ocasionales.
Como turista ocasional pero sin renunciar en mi rebeldía interna a un espíritu viajero, me he adentrado estos días de semana santa en el corazón de la subbética cordobesa. Una tierra rica en tradiciones, cultura popular enmarcada en una naturaleza exuberante, donde cada rincón, cada piedra tiene algo que susurrarte al oído.


(Carnicerias Reales, patio y escalera)

El centro de la comarca es el noble pueblo de Priego de Córdoba, ejemplo arquetípico del barroco Andaluz. Priego es al Barroco lo que Úbeda y Baeza son al Renacimiento. Lo primero que llama la atención sin duda es la gran cantidad de casas blasonadas, los dinteles flanqueados por columnas salomónicas, y la multitud de iglesias como la de la Asunción, la del Carmen y la de Nuestra Señora de las Angustias, construidas gracias a la aportación de la rica nobleza rural. Dentro de esa arquitectura barroca, merece destacar La Fuente del Rey de típica inspiración versallesca, construida en cascada y coronada en su estanque central por una alegoría que representa al dios Neptuno y a Anfítrite cabalgando sobre un carro tirado por caballos. Anexa a la Fuente del Rey se encuentra la de la Salud, más antigua (siglo XVI) de estilo renacentista, compuesta por un frontispicio de clara inspiración manierista.

(barrio de la Villa)
No obstante lo que en mi opinión lo más remarcable de este bello pueblo, no es su espléndido arte barroco, sino su elegante arquitectura manierista. Ejemplo de buen gusto, sencillez y elegancia es el edificio de las Carnicerías Reales. Construido como mercado de abastos y matadero en el siglo XVI, consta de una planta cuadrada con soportales con arcos de medio punto, siguiendo los esquemas de la proporción aurea. Destaca su fachada manierista con dintel triangular y su escalera de caracol que recuerda a un fósil de amonita.
El barrio de de la villa, merece también una visita. Perderse por sus callejuelas laberínticas, con sus casas encaladas y sus balcones repletos de geranios, sus placitas con naranjos y limoneros nos retrotraen a épocas pasadas.
Dejando la villa de Priego y a pocos kilómetros, nos encontramos con un pueblo y un paraje que merece una atención especial. Me refiero al pueblo de Zuheros, conocido sobre todo porque allí se encuentra la cueva de los murciélagos. Lo primero que llama la atención cuando vas por la carretera es el enclave donde está situado : Una roca inexpugnable a más de 700 metros de altitud simbióticamente envuelta en un castillo, da una imagen de irrealidad. No sé porqué me vino a la cabeza la fortaleza de Mordor, la tierra de del malvado Sauron del Señor de los Anillos.
La cueva de los murciélagos no es especialmente rica en arte rupestre, pero tiene algunos ejemplos muy notables de arte esquemático del período calcolítico (unos 4200 años A.C.)


(Fortaleza de Mordor: Zuheros)
Pinturas de cabras y caballos, algunas simples monocromas hechas con no más de cuatro o cinco trazos de carbón sobre la roca.
Bajando del pueblo y ya en el valle, descubrimos una pequeña hacienda-molino de aceite hoy reconvertida en un pequeño hotel rural llamado Hacienda Minerva: Un remanso de paz para el viajero, donde poder descansar y degustar la buena cocina de la tierra (salmorejo, choto, y cordero son la especialidad de la casa). Si vais alguna vez por allí no os olvidéis de preguntar por la adorable Lola.

Como un viaje circular, he dejado para la última etapa la primera parada de inicio del viaje, el pueblecito de Carcabuey o Karkabul (pequeño puerto de montaña) según la denominación árabe . Como diría Julio Medem , esta es la ventaja de los agujeros: siempre puedes empezar por el futuro y terminar en el pasado o viceversa. Dominando un cerro de piedra caliza se halla la fortaleza o antiguo castillo árabe y adosado a él nos encontramos con la ermita del castillo, que sobresale por su intenso encalado blanco sobre el sillar medieval. En su interior y en el altar nos encontramos una virgen de talla muy delicada, la Virgen del Castillo, patrona del pueblo, con la curiosidad de tener expuesto en paneles laterales cientos de exvotos por los milagros conseguidos.