jueves, 31 de mayo de 2007

IDENTIDADES ASESINAS


" A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano”.(Amin Maalouf, León el Africano, cap.I)




Se tiene la tendencia a considerar la identidad como algo fijo e inmutable, como algo que viene dado por la socialización en la cultura en la que hemos sido educado. Pero la identidad es un proceso de construcción abierto y permanente. Toda construcción identitaria se realiza en relación a un "Alter" es decir, en relación a un "otro/otros" cuyo significado depende de las representación ,percepción e interpretación colectiva que llevamos a cabo.


Es cierto que hay rasgos de nuestra identidad que vienen dados por nuestra propia biología y que por tanto no podemos cambiar : el color de piel, la forma de los ojos etc.. pero hay que desechar la biología como factor determinante de la identidad. No se puede esencializar la identidad. Hay una tendencia a etiquetar la identidad en función de una serie de características tasadas: El individuo X es blanco, heterosexual, es médico o economista etc.. Pero todos llevamos varios "yoes" dentro: uno puede ser blanco, heterosexual, padre de familia, pero también puede ser juerguista, e informal al mismo tiempo. Usamos esos varios "yoes" que construimos y que tenemos dentro para dialogar con nosotros mismos, para inventar nuestras propias historias ante los demás. No se puede establecer una relación unívoca entre el sujeto y la identidad.


La tendencia a esencializar la identidad es una catástrofe que ha dado lugar al surgimiento de nacionalismos radicales que han tomado la etnia como factor de afirmación de su identidad "frente o contra los otros" (excluyendo a los otros. Considerándolos como algo perverso o dañino, como una "amenaza" que hay que extirpar"). Este efecto perverso puede verse también en el fenómeno de la inmigración. Como dice Maalouf en su libro "Identidades Asesinas", el inmigrante puede llegar al país de destino con la idea de que su vida es un libro ya escrito y por tanto cerrado que no se puede modificar, y los sujetos del país de acogida a considerarlo como un libro con las páginas en blanco que ellos tienen derecho a escribir según sus criterios y normas. El problema está en encontrar ese diálogo o punto de encuentro y considerar el asunto como un libro que hay que escribir entre ambas partes.


Hay que rechazar el multiculturalismo radical que considera que las culturas dominantes (que por su puesto es la blanca Occidental) no tienen más objetivo que el de asimilar a las culturas minoritarias, disolviendo por tanto los rasgos diferenciadores y propios de esas culturas minoritarias como un azucarillo en el café. Las culturas minoritarias tienen derecho a conservar y nosotros a defender sus rasgos identitarios: su lengua, sus tradiciones, su manera de entender el mundo" pero tiene que haber también una correspondencia de esas culturas minoritarias con las normas y los valores de los países de acogida. No hay que confundir relativismo cultural con relativismo moral, y esto es la clave de la cuestión. Por ejemplo si en una etnia determinada en su país de origen (supongamos África) tiene como costumbre practicar el rito de la mutilación genital o ablación del clítoris, los multiculturalistas radicales dirían que esa es una tradición o costumbre propia que hay que respetar, y están confundiendo ese relativismo cultural con la moral. Pero es un imperativo categórico el decir que no se puede practicar la ablación de las niñas, que en nuestro sistema de valores eso es una aberración (no sólo por razones médicas, sino ideológicas etc) que no estamos dispuestos a tolerar en Occidente., por mucho que protesten los multiculturalistas radicales de que estamos subyugando y anulando la identidad de las culturas minoritarias.


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