miércoles, 2 de mayo de 2007

BODA DE TONI-CARMEN I, LLEGADA A CÓRDOBA


Ay ¡¡ qué es lo que tendrá esta ciudad, que crea adicción para todos aquellos que alguna vez la visitan. Desde el primer día estoy enganchado a Córdoba y cada vez que regreso siento como un hormigueo en el estómago.Hay algo especial que flota en el ambiente ,(no quiero usar los manidos tópicos del olor a azahar, o el embrujo de sus calles) es una sensación difícil de describir. Podría decir que es como una llamada de ecos, de situaciones y espacios evocados que provienen de algún otro estado de consciencia que trasciende la realidad cotidiana.
Llegamos a la estación de tren procedente de Málaga, al caer la tarde, una tarde tormentosa y lluviosa, una de esas tardes primaverales del mes de Abril, propias para quedarse acurrucado en casa, perezoso, gozando de dejar transcurrir el tiempo, sin nada que hacer, solo, absorto escuchando el golpeteo de la lluvia en los cristales de la ventana.
Hasta allí vinieron a recogernos los novios: Antonio y Carmen, después aparecieron los abuelos Carmen y Paco, refunfuñando por lo imposible del tráfico y de los atascos, con una amplia sonrisa iluminando sus caras, dichosos al ver otra vez a sus queridísimos nietos Borja y Alba.
Cogimos el coche y nos dirigimos a su casa. Efectivamente el tráfico era caótico, máxime cuando caen unas cuantas gotas de agua. Enfilamos por la avenida de Ollerías y allí se veía al fondo la Torre de la Malmuerta, majestuosa en su isla, orgullosa de haber sobrevivido a otras tantas puertas de la muralla que no tuvieron la misma fortuna como la de Coladro o la Osario (desgraciadamente perdidas a principios del pasado siglo, por mor de la modernidad urbanística).Adosada a la Malmuerta, una cruz de Mayo como otras de las cientos que se instalan en la ciudad. Una gran cruz de claveles rojos que encaja muy bien con la historia de la Torre. Una cruz católica para un rey católico, Fernando III el Santo, que entró por la puerta de Coladro para arrebatar la ciudad definitivamente a los sarracenos, y ponerla en manos del orbe cristiano. La cruz es muy simple y sencilla, apenas nadie la visita o se fija mucho en ella, más bien se concentran en la barra metálica adosada al lado, la cruz es una excusa para acudir a la barra y tomarse una cerveza con su correspondiente tapita de caracoles.
Camino del barrio de Levante, se aprecian las carpas béticas, con sus rayas verdes y blancas, anunciando que pronto comenzará otra semana festiva: la cata de vinos.Donde foráneos y lugareños se juntan para paladear esos maravillosos vinos de la tierra, de Moriles- Montilla, acompañados de esos exquisitos embutidos y quesos del valle de los pedroches.
Por fin llegamos a casa. Charlamos y nos vamos pronto a la cama. Mañana será un día largo, comienzan los preparativos del día D hora H.
Esto será en el próximo capítulo

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